Luis Alfredo Villalba nació en Mendoza en 1939. Es autor de más de cien cuentos y adaptaciones de mitos y leyendas para niños, que fueron publicados en suplementos infantiles de diarios mendocinos. También es autor del libro para niños
Cuaquito, con ilustraciones de Chanti.
Ha sido guionista y director de fiestas de la Vendimia nacionales y departamentales. También es docente en diversas cátedras en carreras de cine.
En poesía publicó:
Justificación de la piedra (1961),
Poemas (1963),
A pesar de mí mismo (1964),
Persona (1991),
La muchacha del café (1996) y
Hoteles baratos (1999).
* * *
Conciencia de clase
Aunque ustedes imaginen la inflación
imaginen la desocupación
imaginen
las perversiones, la censura, los buenos modales
imaginen la templanza, los nihil obstat, las venéreas
el doblez del destape
y las encuestas tan familiares del hogar
el pueblo seguirá haciendo el amor sin discreción ni miramiento
atendiendo sólo a argumentos no muy serios
como los de tener ganas o muchas ganas
lo que demuestra que el pueblo tiene conciencia de clase
y/o
que no tiene ninguna clase de conciencia.
(de
La muchacha del café, Libros de Tierra Firme, 1996)
Valparaíso
I
¿Cuál es el tema? se pregunta
mientras mordisquea un cigarro en la playa.
Debe haber un tema, insiste
y guarda el cigarro en el bolsillo de la camisa a cuadros.
Un amor quiero decir un miedo una rabieta
te lleva a otro sucesivamente el árbol se ramifica.
La memoria juega a recordar.
La memoria es un periodista en busca de noticias
otros le encontrarán el título.
La historia se concluye con un pisco a fondo blanco,
con un plácido suspiro y frases al estilo de no lo hice tan mal.
II
Cuando no era el vestidito eran las tías,
el cura en el espejo o las muñecas.
Bajo la sombra fresca de un desván
ella apilaba los dibujos infantiles, les prendía fuego,
el de una mujer sobre todo
que apretaba en las sienes el mundo a punto de estallar.
Acribilladas por los pequeños sonidos del verano
las caricias prefirieron los límites de su cuerpo desnudo.
III
Metió los dedos en el enchufe, en el ventilador,
en la garganta anudó un trozo de carne equina,
le estalló una arteria en la cabeza y el agua de la pileta lo asfixió.
Como epílogo se estrelló contra un monumento de bronce pintado.
El mensaje estuvo claro pero lo ignoró,
hasta el final persistió en su tesis sobre los límites y la transgresión.
IV
Ella volvía, una y otra vez a la playa ella volvía
para vigilar del mundo y de la noche una ola en la oscuridad.
A su izquierda Valparaíso escondía secretos en la carne de los caballos.
Los poetas se escondían en trabajos honrados y otras desgracias.
A la derecha concurrían las dentaduras impecables
sin hilachas en sus almas duras.
Ellos también vigilaban las olas
por aquello de que los cadáveres vuelven siempre al lugar del crimen.
Alguien le dijo
Miss, es una playa privada y usted no puede andar por aquí.
Nadie se atrevió a preguntarle el nombre que estaba escrito en las olas.
V
Entre la luz de arriba y la luz de la mesita de luz
elige la penumbra del ventanal para mirarla.
Con desenfreno le espía dulcemente el sueño,
los globitos que la respiración le forma en las comisuras.
Se aprieta el contorno espeso y la mano
en su oreja nuca espalda cadera humedad
le transmite noticias universales.
VI
Llegar, deslizarse, invadir,
escapar, escurrirse, partir,
correr, deambular, merodear,
andar por ahí, entre el escote y los zapatos.
VII
La adicción trae más inconvenientes que la sanputa.
Todo lo que no se dice
se transforma en detritus radioactivo.
Cuando uno quiere acordar la gastritis no se anda con chiquitas
y al momento siguiente la dentadura se estrella contra el piso.
Por eso, el que dice primero, come dos veces.
VIII
Las mujeres esperan con sus largos vestidos grises
para llorar a los muertos.
IX
No hay cosa más parecida a la muerte
que una mujer pariendo.
X
La buena locura de entonces
la locura cuerda
la locura sana
la locura
cura.
(de
Hoteles baratos, editorial Diógenes, 1999)